Aprendí a escribir cuando iba a párvulos... me dieron mi primer lápiz de minas y un cuaderno Rubio titulado Escritura vertical.
Todo eran palitos y redondas que se unían de forma curiosa.
Pasados unos años he de aprender otro tipo de escritura, en la que el cuaderno es un blog, el lápiz son mis dedos y las páginas no pasan en horizontal, sino en vertical...



viernes, 30 de abril de 2010

... ramas

el otro día le propuse un juego a Eva... una misma foto, dos historias... una imagen bien encontrada, dos puntos de vista diferentes...

las dos nos hemos puesto a trabajar y hemos podido leerlas, comentarlas... no puedo esperar a que todos podáis disfrutar del experimento... supongo que ella la colgará en su universo... (no sé qué opinará el fotógrafo)

este fue mi punto de vista y así os lo cuento...

... ramas

Nil necesitaba alejarse para pensar. Los problemas se habían quedado en el hotel. No habían podido seguirle hasta el otro lado del lago.

(...)

Habían llegado el viernes a media tarde. Olga lo recogía en la agencia a las tres y en menos de dos horas ya deshacían maletas y cama...

Bajaron a recepción consultando alguna ruta a pie de menos de dos horas ya que no querían perderse la cena que tan bien les había vendido el propietario. La servían a las nueve. Julián les sacó un plano de la colina y les señaló varios caminos. Olga no estaba muy en forma, por lo que optaron por una ruta en plano. Llegaron a una fuente, donde bebieron bromeando con que era la fuente de la eterna juventud. De vuelta, ya cansados, caminaron en silencio. Sólo oían el ruido de las ramas que se mecían con el viento y algún pájaro trasnochador. Bajo sus pies, ruido de hojas secas.

Se sentaron en una mesa junto con otros huéspedes. Una pareja mayor que iban una vez al mes a relajarse, dos amigas que querían ahogar en el lago el (des)amor y otra pareja de su edad que celebraban su tercer aniversario de bodas. Compartieron vino y anécdotas. Juan y Rosa les contaban que desde que se habían jubilado venían una vez al mes porque habían encontrado en ese hotel la paz que toda la vida habían buscado. Se habían planteado dejar su piso de Barcelona y venirse a vivir allí, pero sus nietos –aún pequeños- les ataban demasiado. No querían perderse su crecimiento. A Lola su novio de toda la vida la había dejado y Mónica le había regalado ese fin de semana para animarla. Marcos y Ana cada aniversario hacían un viaje. Este año la economía no les había permitido viajar a otro país, por lo que optaron por un fin de semana de relax en la montaña. Nil no sabía por qué estaban allí. No buscaba especialmente la paza... su novia no le había dejado... no era su aniversario –ni siquiera estaban casados-...

Olga estaba especialmente habladora. Él seguía con sus pensamientos. ¿por qué estaban allí?... se habían conocido hacía muchos años y se reencontraron a través de una conocida red social. Habían quedado un par de veces. Un concierto. Una cena. Copas con amigos... y, sin darse cuenta, ya llevaban más de un año juntos. Se gustaban. Se entendían. Lo pasaban bien.

Se levantaron pronto. Desayunaron y prepararon la excursión del día. Hacía un sol radiante. Escogieron otra de las rutas que les había recomendado Julián. En esa ocasión debían coger el coche. Aparcaron a las afueras de un pueblecito y fueron andando colina arriba. En lo alto, entre una ladera de hierba, había una ermita de piedra. Estaba abierta. Olga quiso entrar. Se sentaron en un banco en silencio. Oyeron una puerta y apareció el cura. Les sonrió y se acercó hacia ellos. Les preguntó el nombre y les contó la historia de la ermita. Nil no sabía donde mirar. Hacía años que no entraba en una iglesia. Ni recuerda la última vez que habló con un cura. Ni siquiera creía en Dios.

- ¿no crees que es una ermita ideal para casarse?... ¿qué me dices?... Nil abrió los ojos como platos. -¿le estaba pidiendo en matrimonio? ¿ella a él?... Olga le miraba sonriendo, con los ojos chispeantes... él no contestó, solo pensaba ¿por qué estamos aquí?... Bajaron en silencio. Se acercaron al pueblo, compraron coca de azúcar y algún embutido para llevar a Barcelona y regresaron hablando de todo y nada al hotel.

Pasaron la tarde por los alrededores del lago. Se sentaron en una orilla y tiraron piedras. Nil siempre conseguía que botaran tres y cuatro veces. Olga no lo conseguía y se enrabiaba como una niña pequeña. Reían.

Antes de cenar se encontraron con Lola y Mónica. Se contaron lo que habían hecho aquel día. Nil apenas escuchaba. Desde que bajaron de la ermita no habían vuelto a hablar del tema. Temía que Olga lo volviera a sacar en algún momento porque no tenía ni idea qué contestar. Tomaron una cerveza en el bar. Olga estaba animada hablando con ellas y Nil aprovechó para decirle que iba a la habitación a descansar un rato. Al pasar por delante de la recepción camino de las escaleras que le conducían a la primera planta, observó que la puerta estaba abierta. Vio el lago. Salió y empezó a andar. Llegó hasta la otra orilla.

Nil necesitaba alejarse para pensar. Los problemas se habían quedado en el hotel. No habían podido seguirle hasta el otro lado del lago.

Fuente: Foto cedida por el fotógrafo Toni Tugues: sense mirar

2 comentarios:

Toni Tugues dijo...

Bonita historia ilustrada :)

carola coch dijo...

bonita ilustración... :)